Cortamos la zanahoria a trozos pequeños y la patata a trozos medios.
Ponemos dos ollas con agua a hervir. En la grande, añadiremos las patatas, en la pequeña la zanahoria.
Mientras las patatas y la zanahoria se cocinan, preparamos la cebolla. La pelamos, la cortamos por la mitad y le realizamos cortes perpendiculares a la raíz. Esto hará que cortar la cebolla a trocitos os sea muy fácil.
Calentamos una sartén con un poco de aceite a fuego medio alto. Añadimos la cebolla y la cocinamos dorarla.
Una vez la zanahoria y la patata se pinchan fácilmente, podéis retirarlas del fuego y colarlas.
En un bol, añadimos la patata y, con un batidor manual, las machacamos. Os recomiendo hacerlo de esta forma para evitar que la patata acabe siendo puré.
Sal pimentamos.
Añadimos la zanahoria y la “rompemos” un poquito con el batidor (para mi, la textura ideal es cuando ésta se distingue de la patata). Finalmente, añadimos la cebolla y removemos bien. Dejamos enfriar la masa.
Cuando ésta esté a temperatura ambiente, la probamos y, de ser necesario, añadimos más sal y/o pimienta. Seguidamente, dividimos la masa en 8 (10 si queréis hacer patties más pequeños) y le damos su forma. Cuando éstos estén listos, los dejamos reposar en la nevera durante un mínimo de una hora.
Pasado ese tiempo, ya solo queda rebozarlos. En un bol añadimos un huevo que batiremos bien, en otro el panko y finalmente en el último la harina.
Empezamos rebozando el pattie en harina, seguidamente lo bañamos en el huevo y por último lo rebozamos en panko.
¡Ya solo queda freírlo! Calentamos el aceite a 175 grados y freímos los korokkes hasta que adquiera un aspecto dorado.